REPOSICIONARSE: UN RETO DE AHORA

El posicionamiento, entendido a la manera clásica, es el nicho que te deja el mercado y que hace que tu producto o servicio puedan tener rentabilidad o, aplicado a tu carrera, lo que hace que tu experiencia te convierta en un profesional más deseable. Pero también es un concepto muy estático, puesto que se define por oposición al hablar de nichos. La suerte necesita más de un arquitecto que de un apostador, por eso es importante pararse a pensar qué es lo que hace distinta y valiosa nuestra oferta y con qué medios contamos para mejorarla.

Pero también es importante “hacer”. Es como si aplicásemos una filosofía de Lean Start Up a nuestra oferta como profesionales: trabajar para encontrar el nicho, ampliar ese hueco o directamente, construirlo. El “producto mínimo viable” que preconiza esa filosofía en estos tiempos de cambio es, precisamente, el hecho de cambiar.

LA SONRISA DUCHENNE O LA AMABILIDAD COMO TERAPIA

Guillaume Duchenne (1806-1875) fue un investigador francés que da nombre a esa sonrisa que involucra el alma entera, y que se nota (aunque con entrenamiento…) en las patas de gallo: tan odiadas como estupendas. Uno puede sonreír como Joker, como un político que se molesta en hacerlo (cada vez se disimula menos, la verdad) o con una de esas que solo mueven una de las comisuras de la boca y que suelen ser más bien expresión de sarcasmo, cansancio o cinismo.

Esto se sabe desde el siglo XIX, que es cuando Duchenne deja claro que se sonríe con los ojos a base de probar con estimulaciones eléctricas. Si la sonrisa se limita a los músculos de la boca es una sonrisa social y valiosa: al menos una muestra de respeto y reconocimiento. De urbanidad, como se decía antiguamente.

Uno puede sonreír como Joker, como un político que se molesta en hacerlo o con una de esas que solo mueven una de las comisuras de la boca…

Lo repito a menudo: la mascarilla no tapa las emociones y la zona de las cejas aporta un enorme caudal de información sobre nuestro estado emocional. De hecho, han sido clave en nuestra evolución como animales sociales: mediante sus movimientos, podemos saber cuál es el estado emocional de los demás. Es cierto que la información no es completa pero sí muy importante.

Decía Dostoievski que cuando se va a un balneario no se sabe muy bien si lo que cura es tomar las aguas o los buenos modales. Si a esos les sumamos una alegría sincera por encontrarnos con otros seres humanos…

CONOCERSE, ACEPTARSE, SUPERARSE. CRECER APOYADOS EN SAN AGUSTÍN

He oído muchas veces que el confinamiento de la primavera nos ha servido para un sano ejercicio de introspección. Ojalá fuera cierto, porque significaría que hemos aprendido a poner las bases de un crecimiento más sano y recto. Como decía el santo, el primer paso es saber qué es uno y quién es uno. De verdad que no es fácil. Ni siquiera es fácil aceptar las vinculaciones del yo: aquello que nos modela, incluso aunque consideremos el yo como pre-existente a las influencias. Digo esto porque las más de las ocasiones, cuando le preguntas a alguien qué es, responde con lo que pone en su tarjeta de visita. Que es cierto, pero es la expresión de una militancia, de una pertenencia. Y sobre todo es lo más fácil. Pero claro que no somos eso, o no solo eso. De modo que en esa peligrosa tarea de conocerse (que siempre está el riesgo de no gustarse mucho), hay que ser franco pero también compasivo.

El segundo pilar es ese: la compasión. Que no es autocomplacencia ni autoconmiseración. Es simplemente aceptar que somos poco, un brillo entre oscuridades, por así decir. Si se piensa, es fácil mejorar partiendo de la asunción humilde de que siempre tenemos mucho que aprender y no tanto que enseñar. Eso es aceptarse. Insisto que no hay nada conformista en esto. San Agustín es el campeón de la humildad, por rara que suene la frase. Lean sus Confesiones, si no me creen.

Siempre tenemos mucho que aprender y no tanto que enseñar.

Humildes y dispuestos: con esos apoyos, sin darnos casi cuenta, podremos pensar en superarnos. Y, con suerte, lo haremos en asuntos que reforzarán lo que algunos, de agustino modo, llamaríamos la vida buena. La que nos haga crecer como ciudadanos, como líderes, como seguidores, como humanos. Como individuos imbricados en la comunidad, el vecindario, el equipo. Porque, puestos a crecer, es mejor hacerlo colectivamente.