LIBERTAD, IGUALDAD Y FRATERNIDAD: LIDERAR EQUIPOS HÍBRIDOS

Que los tiempos han sufrido un vuelco hacia la extrañeza no puede ocultársele a nadie. Ha ocurrido en todos los órdenes de nuestras vidas y lo que es infinitamente peor, ha ocasionado millones de fallecimientos. En lo que toca al trabajo, esta “rarefacción” se expresa sobre todo en el surgimiento, casi como si de una cordillera se tratase, del teletrabajo. Los equipos, como hemos comentado en otros posts, se ven separados y con los sistemas relaciónales desechos o al menos averiados: la charla de pasillo apenas existe y siempre está mediada, como debe ser, por la mascarilla: se quiera o no, son señales de alejamiento y frialdad.

¿Qué hacemos si somos los responsables de liderar en estas condiciones o si queremos contribuir al bienestar de todos? Lo primero es entender que ahora transitamos por un territorio más autónomo, lo que nos confiere libertad pero también responsabilidad sobre más deciones, de más calado. Eso es bueno pero para algunas personas puede suponer una fuente de tensión. Un líder debe poder proporcionar el mapa de trabajo para que quede acordado un marco mínimo. De ese modo, no se saltarán las habilitaciones para elaborar una decisión de manera razonada y lo más segura posible. Es decir, con un proceso clarificado.

“Los tiempos han sufrido un evidente vuelco hacia la extrañeza”.

En segundo lugar, debemos asegurar que nadie es olvidado en este entorno. Es decir, que se promueve la visibilidad de todos, porque en una reunión virtual, por ejemplo, muchas señales de orden jerárquico se pierden, y los perfiles más respetuosos o introvertidos pueden tener dificultades para ser vistos, lo que atentará contra la idea de igualdad. 

Por último, y no solo y no menos importante, hay que asegurar que el sentimiento emocional común está sano. No está de más preguntar por asuntos que no sean puramente profesionales si nos sentimos habilitados para ello. Siempre eso sí, asegurando que el entorno es el adecuado (por ejemplo, cuidando el simbolismo sobre la relación de poder entre dos personas que se comunican mediante videollamada para que no sea excesivo o haciéndolo de manera individual, no en reuniones de grupo). Tras ello subyace la idea de fraternidad. 

Libertad, igualdad, fraternidad. Una idea revolucionaria, claro. Si quieres pensar o actuar sobre ello, contáctanos

VALORES CÁLIDOS Y VALORES FRÍOS

En un precioso libro de conversaciones entre Claudio Magrís y Mario Vargas Llosa, La literatura es mi venganza, el escritor italiano lanza una reflexión sobre los valores cálidos, que serían aquellos que nos mueven en los entornos más próximos, y los valores fríos, que incluirían conceptos como la ciudadanía o los compatriotas y que nacen precisamente con la democracia ateniense. Esa ampliación del espacio, cuyo impacto emocional parece que no hemos llegado a superar, se ha agravado con la ciudadanía digital y las redes: de algún modo, los valores fríos destruyen o al menos minan nuestra capacidad de relación real y humana. En ese sentido, sería parecido al concepto del kilómetro sentimental, que la pandemia ha puesto a prueba: de siempre se ha dicho, en el periodismo, que cuanto más lejos el suceso, menor es la repercusión emocional. Por eso es dramático el que nos hayamos acostumbrado a las terribles cifras de muertos por COVID 19: implica un alejamiento psicológico que no hemos visto, al menos quien esto escribe.

“Esa ampliación del espacio, cuyo impacto emocional parece que no hemos llegado a superar, se ha agravado con la ciudadanía digital y las redes”.

En cualquier caso, la reflexión compete también a los equipos profesionales, que se han “enfriado” por la distancia que se pone mediante el teletrabajo. Las tan traídas y llevadas “burbujas” relacionales no son nada, en realidad, comparadas con las burbujas emocionales en las que se han encerrado, no por voluntad propia, muchas personas. Por eso una de las labores del liderazgo, pero también del seguidazgo, es precisamente “calentar” los valores que nos unen y reconstruir y solidifica las relaciones entre colegas. No solo por la productividad, sino por la simple humanidad.

Para echar una mano, primero hay que tenderla.